Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón parecido al tuyo.
(Después de cada frase decir: Líbrame, Señor)
Del deseo de ser alabado,
del deseo de ser honrado,
del deseo de ser aplaudido,
del deseo de ser preferido a otros,
del deseo de ser consultado,
del deseo de ser aceptado,
del temor a ser humillado,
del temor a ser despreciado,
del temor a ser reprendido,
del temor a ser calumniado,
del temor a ser olvidado,
del temor a ser ridiculizado,
del temor a ser injuriado,
del temor a ser rechazado,
(Antes de cada frase decir: Concédeme, Señor, el deseo de…)
que otros sean más amados que yo,
que otros sean más estimados que yo,
que otros crezcan susciten mejor opinión de la gente y yo disminuya,
que otros sean alabados y de mí no se haga caso,
que otros sean empleados en cargos y a mí se me juzgue inútil,
que otros sean preferidos a mí en todo,
que los demás sean más santos que yo con tal que yo sea todo lo santo que pueda.
De ser desconocido y pobre, Señor, me alegraré,
De estar desprovisto de perfecciones naturales de cuerpo y de espíritu.
... que no se piense en mí,
que se me ocupe en los empleos más bajos,
que ni se dignen usarme,
que no se me pida mi opinión,
que se me deje el último lugar,
que no me hagan cumplidos,
que me reprueben a tiempo y a destiempo,
bienaventurados los que son perseguidos por causa de la justicia,
porque suyo es el Reino de los Cielos.
Oración
Dios mío, no soy más que polvo y ceniza. Reprime los movimientos de orgullo que se elevan en mi alma. Enséñame a despreciarme a mí mismo, Vos que resistís a los soberbios y que dais vuestra gracia a los humildes. Por Jesús, manso y humilde de Corazón. Amén.
cardenal Rafael Merry del Val